sábado, 25 de abril de 2009

Parte 9.

El (re)descubrimiento del balcón, el primer cigarro que no quería ser el último, la mirada de Suyay, la tetería y el parque, el diario, Pol, él. Habían sucedido demasiadas cosas en muy poco tiempo, pero a la vez, había dejado pasar mucho tiempo sin que pasara nada. Se había dado de morros contra una puerta que había cerrado ella misma por puro orgullo y ahora el recuerdo de las miradas que le cosquilleaban las entrañas se hacía insoportable.
Esa mañana abrió los ojos, repasó mentalmente su vida en forma de diapositivas, imaginándose patéticamente en el final de una película absurda. Y tal como lo inesperado, las segundas partes
no suelen ser buenas, pero a ella se le daba demasiado bien, ser la excepción.
El brillo de sus ojos reaparecía por momentos, salió a la calle como hacía tiempo no lo hacía, el aire fresco entraba a sus pulmones revolviéndolo todo, su pecho era un terremoto constante e imparable, las sensaciones se sucedían una tras otra en un torbellino de emociones olvidadas.
Y otra vez esa sensación.

Al bajar del autobús buscó alguna mirada conocida, como quien no quiere la cosa, como si su distanciamiento del mundo se hubiese esfumado con su coraza, en seguida se acercó Eugenia -Geni, desde siempre-.

- Cuánto tiempo.
- Ya lo sé, perdóname, cosas que pasan.
- ¿Me lo cuentas? ¿O tengo que pasarme el rato que tardes en tomarte el Capuccino, intentando averiguarlo por tus ojos, otra vez?
- Vamos anda.


Y una vez en la cafetería, se sentaron la misma mesa de siempre, vino el mismo camarero y ellas pidieron exactamente lo mismo, aunque algo en el ambiente parecía descubrir el cambio desgarrando gritos.

- ¿Se puede saber dónde has estado?

- Por ahí, y en ningún sitio.
- A veces me das miedo chica.
- ¡Buuuuh! – ambas rieron tontamente. Ella se sorprendió de su propia reacción. Parecía haber olvidado que era capaz de reír sin motivo.
-Ahora en serio, es un desvarío común, ¿O te apetece hablar?
- No, ha sido más bien interno.
-¿Otro re-descubrimiento?
- ¿Por qué no?
- ¿Sabes que odio que contestes mis preguntas con otra pregunta?
- ¿A si? Jajaja. Perdona, no lo sabía.
- Que puñetera eres, Sara.

El Capuccino se alargó un par de horas, entre cigarro y cigarro alguna que otra carcajada invadía la sala, pero la conversación no abandonó lo banal en ningún momento.

Después de aquello Sara decidiño volver a casa andando, quería sentirse viva como auqél dia, después de la plaza, descalza, la lluvia dibujando lágrimas en el suelo, y ella sintiéndose viva.De de camino a casa recordó la tetería, y decidió pasar.
Todo parecía muy diferente. No recordaba exactamente donde estaba, y se hubiese odiado a ella misma si no la hubiese encontrado. Al girar en una esquina divisó el resplandor verde que salía de uno de los locales (la mayoría de ellos cerrados permanente mente por pesados párpados de acero).
Vió a una pareja sentada en la mesa que había escogido ella la primera vez, y decidió pasar a la sala contigua. A decir verdad no se había percatado de su existencia, posiblemente por el horario en el que había estado la vez anterior, pues descubrió que el fondo del local era un restaurant ambientado de manera muy parecida a la tetería, pero en colores más oscuros. La monotonía de los marrones, negros, caobas y rojos intensos, se veía rota por la decoración de las paredes, cubiertas de estanterías;
dentro de ellas, botellas de colores incitaban a la liberación de cuerpo y alma.


Y justo detrás apareció Suyay.

-Bonito, ¿eh?
- Interesante.
- La chica del Himalaya habla.
- Y más cosas que tú no sabes.
- ¿Cómo qué?
- No es tan fácil.
- Tampoco dejas que lo averigüe
- Por eso no es fácil.

Suyay dio media vuelta y marchó.
Sara siguió mirando la decoración del (aparentemente) restaurant, y se percató de un detalle importante, solo había copas en las mesas, y flores, y por ningún sitio encontraba platos o cartas, o algo que diese el menor indicio de que aquello estaba en actividad, o al menos, que lo hubiese estado nunca.
Suyay regresó justo cuando ella se giraba para marcharse, un café en cada mano, y tabaco.
Y ella decidió quedarse.

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